(Cometarios del Zopilote Vengador se publica mensualmente en la página 3 del boletín impreso NotiFEMPPA; el presente artículo apareció en el mes de noviembre de 1999)

Comentarios del Zopilote Vengador...

Esta columna es generalmente escrita por el Zopi, mi alter-ego, pero en esta ocasión lo hago como Carlos Kauffman, piloto helicopterista del Gobierno del Estado de Veracruz.

A las 9:30 AM del pasado seis de octubre, despegaron de Xalapa los helicópteros Bell 430, matrículas XC-SPE y XC-DPC, el primero de ellos al mando de David Arguedas, llevando como copiloto a Santiago Peñavera, y el segundo al mando de este servidor, llevando como copiloto a Raúl Arano. La misión era acudir a prestar ayuda a los habitantes de la zona norte del Estado, donde los ríos se habían desbordado a causa de las fuertes lluvias.

Por delante iba el SPE con periodistas, seguido del DPC que llevaba 50 chalecos salvavidas. Habíamos quedado en encontrarnos en la casa de visitas de PEMEX en el aeropuerto de Poza Rica, para pasarles la mitad de los chalecos, pero cuando cruzábamos el río Tecolutla vimos tanta angustia y desesperación en la gente que estaba sobre los techos de casas endebles, que decidimos ya no ir hasta Poza Rica y tratar de ayudar.

Eran muchos los que estaban en peligro, azotados por la violenta corriente del río y vientos que alcanzaban 50 nudos, y decidimos empezar por rescatar a un anciano que estaba sobre lo que parecía un tinaco que sobresalía del agua. Cuatro veces nos acercamos a él, pero había árboles cercanos y la turbulencia era terrible, de modo que no pudimos subirlo al helicóptero; sabíamos que estábamos consumiendo precioso combustible, por lo que decidimos ayudar a otros y volver cuando el viento hubiera amainado. Casi oscurecía cuando por fin logramos llevarlo a tierra firme.

Para entonces habíamos rescatado a un centenar de compatriotas y el SPE había hecho otro tanto. El horímetro marcaba más de siete horas de vuelo. El trabajo pesado le tocó a mi copiloto, que se metía al agua, cargaba niños, ataba cuerdas y dirigía las maniobras mientras yo me encargaba de los mandos.

En una ocasión, a agotado y furioso me gritó "¡más despacio!, hijo de la chin... dale despacio, ¡dale despacio! " Yo le di despacio, despacio, ignorando que pasaba; al día siguiente me enteré que había llevado colgada a una señora que se pescó como pudo de una reata que le echó Arano. Esto sucedió cerca de Gutiérrez Zamora. En otra ocasión Arano se tiró al agua y atravesó en el río un cable de 25 M de largo, con el que rescató a 14 personas de un islote que la corriente había formado cerca de Alamo.

Al segundo día, frente a Gutiérrez Zamora localizamos a una señora abrazada ala base de un pino altísimo que quedó en lo más fuerte de la corriente. La altura del pino y las palas del helicóptero nos impedían acercarnos, de modo que nos colocamos corriente arriba y soltamos un arnés, pero la señora estaba aterida y no lo tomaba. Anochecía y nos quedaba poco combustible por lo que con dolor tuvimos que irnos sin ella.

Por la noche planeamos como rescatarla y en cuanto pudimos volar fuimos por ella. Al llegar vimos que ya no había pino ni señora; el agua los había arrastrado. Una semana después, con gran alegría nos enteramos que el pino había encallado en la ribera río abajo y la angustiada mujer, que nunca se soltó, llegó a tierra por su pie.

Me siento orgulloso de mis compañeros helicopteristas del Gobierno del Estado de Veracruz y de la Armada de México, quienes merecen nuestro reconocimiento. Mi respeto y admiración para los capitanes Arano y Peñavera, que demostraron su calidad humana auxiliando a nuestros hermanos más allá del deber.

 

 

 

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