A través del arcoiris Through the rainbow José López del Puerto
A TRAVES DEL ARCOIRIS No hace mucho leí que el razonamiento y los sentimientos, incluido el amor, no son más que manifestaciones de procesos químicos que se dan en nuestro organismo. La reacción que esta lectura me produjo fue similar a la que tuve cuando Armstrong pisó la Luna: la de algo que se había roto. En el fondo, yo hubiera querido que la Luna fuera de queso.
Sin embargo, quizá porque desde niño aprendí que son luz refractada en gotitas de agua, los arcoiris nunca me han desilusionado. Cada vez que tengo la suerte de ver uno, pienso en la olla con oro que debe haber al final. Mejor dicho, casi cada vez, porque los arcoiris más hermosos que he contemplado no tienen final: son perfectamente circulares.
En nuestro camino por la vida, cada uno tiene experiencias únicas dentro de su propio tiempo y espacio. Experiencias que implican un sentimiento, una visión, una emoción o algo intangible que es imposible describir a otros. Ocasionalmente un individuo tiene alguna experiencia tan poco común que puede considerarse privilegiado. Los arcoiris circulares son uno de los privilegios de los aeronautas, porque sólo pueden observarse desde un avión.
Hace muchos años, me encontraba volando en mi pequeño Cessna sobre la playa después de un aguacero y el aire era cristalino y fresco. El sol estaba casi a mis espaldas cuando empecé a verlo frente a mí. Al principio tan tenue que no me di cuenta que era circular, pero poco a poco fue volviéndose más intenso, hasta que los siete aros de colores aparecieron brillantes y perfectos.
La visibilidad era ilimitada y el arcoiris parecía flotar en el aire, como suspendido sobre la playa, enmarcado por el cielo, el mar y las montañas. A los pocos minutos las franjas de colores me rodeaban, estaban en las puntas de las alas, en lo alto del parabrisas y por abajo del avión. ¡Estaba pasando por el centro de un arcoiris! Un instante después todo era recuerdo.
Nunca había sabido de arcoiris circulares y la emoción que me produjo no podría describirla. Cuando aterricé en El Lencero y empecé a hablar del asunto, los pilotos viejos me hicieron poco caso. Cualquiera ha visto un arcoiris circular, dijo uno de ellos, pero no se puede pasar por él porque es luz refractada y al acercarte cambia el ángulo de refracción y dejas de verla.
Yo sabía que había volado a través del arcoiris, pero jamás volví a mencionar el asunto por no aparecer como ignorante de los principios físicos y porque con los años he vuelto a ver arcoiris circulares muchas veces, pero nunca pasado por ellos.
Esta Semana Santa, en el tablero de anuncios de un pequeño aeropuerto tejano leí esta nota: "Si alguna vez has volado a través de un arcoiris circular, por favor llámame. Tom". El corazón me dio un vuelco y anoté el número telefónico. Esa noche Tom y yo nos convencimos de que no habíamos sufrido alucinaciones, porque su experiencia fue idéntica a la mía, en otra tarde cristalina después de un aguacero y con el sol casi a sus espaldas.
Cuando colgué el teléfono, salí al jardín y contemplé la Luna por un rato. Después de todo, pensé, a lo mejor sí es de queso.
THROUGH THE RAINBOW Not long ago, I read that reason and emotions, including love, are nothing more than manifestations of the chemical process that takes place in our body. The reaction that I received by reading this was similar to how I reacted when Armstrong stepped on the moon: The feeling you get when something breaks. Deep down, I would have liked that the moon was made of cheese.
However, the rainbow had never disillusioned me because since infancy I knew that it was light refracted in droplets of water. Every time that I am lucky enough to see one, I imagine the pot of gold that is supposed to be at the end. Actually, almost every time, because the most beautiful rainbows that I have contemplated have no end: They are perfectly round.
In our trek through life, everyone has unique experiences within our own time and space. Experiences that imply a sentiment, a vision, an emotion or something intangible that is impossible to describe to others. Occasionally an individual has an experience so uncommon, he feels privileged. Circular rainbows are one of the privileges of pilots, because they're only visible from a plane.
Some years ago, I was flying my small Cessna over a beach right after a rain shower and the air was fresh and crystal clear. The sun was almost behind me when I started to see it in front of me. At first, it was so thin, that I didn't even realize it was circular, but little by little it became more intense, until all seven colors appeared, brilliant and perfect.
The visibility was unlimited and the rainbow seemed to float in the air, seemingly suspended over the beach, unmarked by sky, sea or mountains. After a few more minutes, the bands of color were surrounding me, they were at the tips of my wings, to the top of the windshield and under the plane. I was passing through the center of the rainbow! An instant later, it was a memory.
I'd never known about circular rainbows, and the feeling it produced was indescribable. After I landed, I started to talk about it, but the older pilots simply ignored me. "Anyone can see a circular rainbow, -one of them said- but no one can go through one because the refracted angle changes and it disappears as you get near it."
I knew that I had gone through the rainbow, but I never mentioned it again for fear of being perceived as ignorant of the law of physics and because, for years since, I've seen circular rainbows many times, but never again have I gone through one.
This year on Holy Week, in a newsletter for a small Texas airport, I read this note: "If you have ever traversed a circular rainbow, please call me. Tom." My heart fluttered and I noted the phone number. That night, Tom and I convinced each other that we hadn't suffered hallucinations because his experience was identical to mine, on a crystal clear day, right after a rain shower, with the sun almost behind him.
When I hung up the phone, I went to my garden and contemplated the moon for a moment. After a while, I thought, maybe the moon is made of cheese!