Algunos de los artículos que a lo largo de cinco años han aparecido en este boletín, siguen teniendo vigencia y de vez en cuando sucede algo que me hace recordarlos. Estando en Texas este verano, recibí un mensaje de Humberto Guglielmina, de Chihuahua, pidiéndome que orientara a un "Houstonian" que deseaba volar por primera vez a México en su Piper Comanche. Su destino sería San Miguel de Allende, Guanajuato, con escala en Reynosa, Tamaulipas. El tipo no hablaba español, había oído algunas historias sobre las arbitrariedades que cometen en México las "fuerzas del orden" y las autoridades y quería saber a qué atenerse. Recordé al ejército, la PGR, los pagos y todo lo que David Zambrano mencionó en un artículo que tituló "El País de los Sellos", en el que narra un vuelo de Nueva Rosita, Coahuila, a Nuevo Laredo, Tamaulipas y decidí sugerir al bisoño piloto tejano que llenara un plan de vuelo IFR y volara directamente al Aeropuerto del Norte, en Monterrey, que es un oasis de tranquilidad. Poco después recibí una carta de mi hija Marié, quien se encontraba en Grenoble, Francia, gracias a un programa de intercambio universitario. La carta me hizo recordar otro artículo que apareció en este boletín, donde Manuel Olaguíbel narra su grata experiencia cuando voló en Hong Kong un Cessna 172. Todo le resultó tan sencillo que, irónicamente por supuesto, dijo que había sido como "Perfume de mi tierra". Este es un fragmento de la carta de mi hija: "El domingo que llegué, lo primero que llamó mi atención al bajarme del tren fue ver planeadores deslizándose en el cielo sobre las montañas. En cuanto pude, averigüé de donde salían y me presenté en el aeropuerto a ver que pasaba, pues para entonces la mayoría de los franceses me habían parecido unos sangrones. Mostré mi licencia mexicana de piloto privado y les dije que tenía ganas de volar un planeador. En el aeropuerto fueron amabilísimos y de inmediato me brindaron toda clase de facilidades, ¡hasta querían darme un planeador y que lo volara sola! Tuve que explicarles que sólo sabía volar con motor y que lo que deseaba era un instructor que me llevara a dar una vuelta. Llamaron al Presidente de la asociación local, un instructor que medio hablaba español e inglés, y medio entendiéndonos en tres idiomas nos fuimos a volar. Me gustó muchíííísimo. Volamos sobre las montañas buscando las ascendentes y pude ver los Alpes MUY de cerca. ¡Fue increible! Me habían dicho que volar en Europa era carísimo, pero se me hizo muy barato: 350 francos (600 pesos) por subir 1500 metros y volar una hora con el instructor. El aeropuerto tiene dos pistas, una de pasto y otra de concreto (05-23), y además de muchos planeadores había helicópteros y aviones..." "Más perfume de mi tierra", hubiera dicho Manuel. |