LOS SUPERDOTADOS

En la reunión de Huejotzingo, Puebla, cuando se discutió el proyecto de Reglamento del Transporte Aéreo Privado No Comercial, uno de los puntos que se llevó a votación por falta de consenso, fue el de la escolaridad mínima para ser piloto privado.

Por un lado estaban los que opinaban que todo lo que hace falta es saber hablar, leer y escribir; y por otro los que decían que debía exigirse el certificado de bachillerato

Entre los argumentos a favor del certificado de escolaridad se mencionaron la conveniencia de elevar el nivel de los pilotos (como quien dice, turbocargados) y mejorar la seguridad aérea, ya que quien tiene mayor instrucción estará mejor preparado para tomar decisiones correctas cuando las circunstancias lo requieran (estos argumentos cayeron por tierra cuando alguien mencionó que Muñoz Ledo terminó la prepa).

Anteriormente, entre las sugerencias de artículos para el reglamento recibidas por correo electrónico, hubo la de establecer que "todo piloto tiene rango de Capitán, y deberá recibir el trato correspondiente a ese rango" .

Del pueblo donde viví de niño, recuerdo la anécdota de don Pedro, el peluquero que a todos nos cortaba el pelo y afilaba las tijeras de la casa, que llegó a presidente municipal PMDL (por ministerio de Ley) cuando al presidente que había sido electo constitucionalmente, lo corrió el entonces gobernador del estado por clavarse no se qué sin repartirle.

El primer día que don Pedro se presentó al palacio municipal, el comandante de los cuatro gendarmes que había, lo recibió cuadrándose y diciéndole "Buenos días, señor Presidente", a lo que don Pedro, quien no había terminado la primaria pero era un tipo decente, con visible enojo respondió veracruzanamente: "ve a insultar a tu chin... madre, yo soy don Pedro y honrado". Obviamente, el título de presidente municipal estaba entonces tan desprestigiado como hoy el de banquero, pero además existía cierto orgullo en el "don", que no se otorgaba en certificados, sino se ganaba en la vida.

En un manual norteamericano para hacer negocios en México dice: "es importante recordar que a los mexicanos graduados en alguna universidad no les gusta ser llamados por su nombre, sino "licenciado", "ingeniero", "contador", etc., de modo similar a como en los Estados Unidos un paciente llama doctor al médico".

Es curioso que en México, donde los títulos nobiliarios están prohibidos por la Constitución, tengamos tanta necesidad de suplirlos con títulos profesionales, grados y certificados. El asunto es seguramente complejo y digno de estudio, pero eso lo dejo a los psicólogos, sociólogos y antropólogos titulados.

Lo que me ha llamado siempre la atención es la idea de que los pilotos somos superhombres muy preparados. No es gratuito el chiste ese en que alguien pregunta "¿cuál es la diferencia entre un piloto y Dios?", para responder "que Dios no se siente piloto".

Tripular un avión no requiere destreza fuera de lo común. Es una habilidad que, como tantas otras (hacer malabarismos en un semáforo a cambio de una moneda, por ejemplo), se desarrolla y perfecciona con la práctica.

Ciertamente, volar es en nuestro país una actividad practicada por un pequeño número de afortunados (0.00005 % de los mexicanos), lo que le da cierta aura y explica que algunos nos consideren superdotados, pero no justifica que nos lo creamos (ni siquiera después de un aterrizaje de película).

En el proyecto de reglamento, se aprobó que como requisito quedara "saber hablar, leer y escribir en idioma español", de lo cual, cuando se enteró, el comandante Gilabert (nótese el título) comentó con la ironía que lo caracteriza: "creo que estaba más fácil lo del certificado".

Feliz Navidad a los Cap., CPA, Ing., Lic., Arq., LAE, CP, Dr., etc.; pásenla bien y tengan mucho cuidado con los VSOP, XX, JB, B&W y DIUs.

 
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