TIEMPO QUE SOMOS

Citaba yo a Borges (en el NOTI-AMPPA anterior) diciendo que el tiempo es la materia de que está hecha la vida y llamamos presente a nuestro recuerdo más reciente; añadía que los hombres somos, en buena parte, memoria. La memoria, yendo más lejos, es en buena parte olvido.

Este mayo cumplí cincuenta años de olvidar. Nada distintinto de los cuarenta y nueve, pero los humanos tenemos cierta fascinación por las cifras redondas. Hay que celebrar, me dijeron. ¿Qué hay que celebrar? No lo sé. En los aniversarios de boda por lo menos tengo idea.

Papini afirmó que hay tres nacimientos: cuando empezamos a ser, cuando salimos del vientre materno y cuando adquirimos conciencia de que somos. De los tres, el menos importante es el segundo, pero es el único del que sabemos exactamente día y hora. ¡Que suene el mariachi!

Cumplí cincuenta. No importa si el tiempo pasó por mí o yo por él. El tiempo es ambiguo. El tiempo es lo que perdemos. No dudamos que un día nuestro reloj se detendrá: es la única certeza que tenemos al nacer. Quizá por eso decimos "ganar tiempo" cuando andamos perdiéndolo de prisa.

Chupones, canicas, estudio, trabajo, esposa, hijas, música, sueños, vino, libros y aviones son pasa-tiempos con que entretener la espera. El "arte de vivir" del que habla Savater. Escogidos o no, mis pasatiempos lograron que muchos años me parecieran breves y algunos minutos interminables. De ese tiempo me queda la nostalgia... y el porvenir. De entonces es este soneto de Borges:

"Somos el tiempo. Somos la famosa / parábola de Heráclito el Obscuro. / Somos el agua, no el diamante duro, / la que se pierde, no la que reposa. / Somos el río y somos aquel griego / que se mira en el río. Su reflejo / cambia en el agua del cambiante espejo, / en el cristal que cambia como el fuego. / Somos el vano río prefijado, / rumbo a su mar. La sombra lo ha cercado. / Todo nos dijo adiós, todo se aleja. / La memoria no acuña su moneda. / Y sin embargo hay algo que se queda. / Y sin embargo hay algo que se queja."

Tiempo que somos, polvo que seremos. Si algo se queda y queja, lo dejo a los metafísicos. Yo hace mucho que acepté las limitaciones de mi inteligencia y renuncié a la mitología (invención admirable hecha de ansiedad humana, dijo Pita Amor), que no a la poesía, para explicar lo inexplicable.

Mientras escribo, la lluvia ha ido pintando un arcoiris en la tarde y mi perro, que teme a relámpagos y truenos, sale de su escondite con una deshilada pelota en el hocico y alegremente me mira por la ventana invitándome a jugar. Perro sabio, pienso, que sabe de que se trata la vida y no acumula juguetes; sólo le falta hablar.

Amo, tengo libros por leer y un biplano que volar. Soy futuro. A los cincuenta ¿qué más puedo pedir?... por lo pronto un Camembert y otra botella de este Rioja... a ver si le entiendo al perro. ¡Salud!