La meteorología es una ciencia compleja y cuando se trata de pronósticos, en países desarrollados llega a ser más exacta que la quiromancia o la medicina. En México, por supuesto, la quiromancia lleva ventaja. Recientemente acompañe a mi hija Marié a su primer examen médico en el edificio de Medicina del Transporte de la SCT en el Puerto de Veracruz, y aproveché la espera para visitar las nuevas instalaciones del Centro de Previsión del Golfo de México, que se encuentra junto. Lo primero que me sorprendió fue encontrar un televisor sintonizado en "The Weather Channel", un canal comercial norteamericano que, se supone, se alimenta de la información que recibe de los centros meteorológicos y no al revés. "Tenemos muy pocos recursos --me explicó el profesor Luna Bauza, Jefe del Centro-- y frecuentemente nos cortan los teléfonos porque los cheques no llegan a tiempo y quedamos incomunicados. El Weather Channel y los reportes de los radioaficionados son entonces los únicos medios de complementar las observaciones locales." El televisor, conectado a una parabólica, fue lo mas moderno que vi en el Centro, que no cuenta siquiera con un radar. El trabajo de sus meteorólogos es heroico. Cuando volví a Medicina del Transporte, mi hija casi había terminado sus exámenes. "¿Tan rápido?", pregunté. "Sí -me dijo- el aparato para la audiometría no servía, el electrocardiógrafo no tenía papel y para la telemetría de tórax no había placas. Lo más tardado fue responder el cuestionario del examen psicométrico". Regresamos al aeropuerto con el sello de "APTO" y mientras un inspector llenaba formas fuimos a entregarle unos documentos al comandante Gilabert. "Ayer trate de enviarlos por FAX --le dije-- pero no pasaron". "No sirve -se disculpó- no ha llegado el cheque al Centro SCT y lo cortaron por falta de pago". Cuando volábamos de regreso a Xalapa, me pareció que Marié iba demasiado callada. "¿En qué piensas?", pregunté por el intercom." ¿Será por la crisis --dijo, con su inexperiencia en asuntos oficiales-- que las cosas no sirven?" "Te voy a contar una anécdota --respondí--. Me encontraba con un amigo en Plaza Universidad, en el DF, frente a una tienda que vendía televisores, esperando a otro amigo que trataba de hacer una llamada desde un teléfono público. En las pantallas aparecía Echeverría, que era Presidente, declarando que México había cambiado de ser un país "subdesarrollado" a un país "en vía de desarrollo". "¿Qué significa eso?", preguntó el que estaba a mi lado, y a nuestras espaldas una voz malhumorada respondió "Que ya tenemos teléfonos, pero todavía no sirven". "Yo no había nacido entonces, ¿verdad?", dijo Marié. "No, ni tu hermana", contesté. "O sea, -concluyó- que así ha sido siempre en todo el país". "No -comenté- en otras partes es peor. En Veracruz por lo menos la gente es amable y servicial". "Bravo, Metro, Julieta -interrumpió la torre- no tengo tráfico reportado al oeste, haga contacto con Xalapa en ciento veintitrés tres. Que tenga muy buen día". "Gracias torre -contestó Marié- usted también". "Gracias, estamos para servirle." "Sí, -dijo Marié, retomando nuestra plática- todos".
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